El uso del teléfono celular ha cambiado las normas sociales, ha irrumpido con tal fuerza en nuestras vidas que ha roto normas que antes eran sagradas.
Nadie pone en duda la utilidad del celular. La verdad es que ha servido en infinidad de ocasiones en solventar situaciones de gravedad. Sin embargo, la utilización de los teléfonos celulares ha propiciado una nueva generación de seres humanos que son particularmente hábiles para utilizar sus dedos pulgares. Estas personas son conocidas en Japón como los “oyuyabi sedai”, lo que podría traducirse como la “generación de los pulgares”, estos son más musculosos y fuertes. La transformación no es sólo física: existe también una dependencia hacia los celulares, en ciertos casos los aparatos telefónicos se han convertido en una segunda naturaleza, una segunda piel. Esta es la primera vez que tenemos una tecnología que se puede transportar fácilmente. Es por esto que las personas se sienten completamente perdidas, desestabilizadas cuando olvidan o pierden su teléfono celular. Sienten como si hubieran perdido parte de sí mismas.
Tonos iguales
No por común la utilización del celular es correcta. Uno nunca sabe cuándo es su celular el que está sonando y cuándo no, puesto que es habitual que tanto en el trabajo, como en la vía pública, cafeterías, restaurantes y demás lugares públicos haya un alto porcentaje de estos celulares que suenan hasta con la misma melodía. Pueden sonar en lugares restringidos como es el caso de los aviones, cines, teatros, salones de conferencias, iglesias, en la clase, etc. Y habría que preguntarse ¿cuándo el uso del celular es descortés? Cuando pueda entorpecer el silencio que requieren ciertos lugares, cuando interrumpa cierta conversación interesante en la que no da lugar que haya un teléfono cerca, y en los lugares restringidos como ya se mencionó anteriormente, pero donde es francamente molesto es en el cine, en misa o interrumpiendo una conversación.
El cambio que ha producido la expansión masiva de la telefonía celular ha generado un cambio social de una manera un tanto acelerada que no tiene regulación oficial en cuanto a su uso, pero que hay un código no escrito que conlleva a respetar unas mínimas reglas.
Prudente uso
Para evitar situaciones incómodas hay que ser prudente a la hora de usar el teléfono celular.
Al llamar al celular de alguien es conveniente preguntarle siempre si es un buen momento para hablar.
Los tonos de las llamadas han de ser discretos. Además, el teléfono debe silenciarse o apagarse en lugares como hospitales, entierros, cines, iglesias o reuniones en un restaurante.
Se pueden revisar las llamadas o mensajes entrantes con cierta periodicidad sobre todo cuando se espera una llamada o mensaje importante, pero no es correcto estar mirando la pantalla del celular constantemente.
Si es imprescindible atender una llamada de celular durante una reunión o en un acto social no debe responder delante del resto de los asistentes. Lo que dicta el sentido común es salir de la habitación o alejarse un poco del grupo y bajar el tono de voz al contestar.
Si realiza una llamada al celular a la que no contestan, salvo que sea de gran importancia no repita la llamada.
El hecho de manejar un automóvil requiere de toda nuestra atención y utilizar el celular al mismo tiempo es muy peligroso, incluso está sancionado con multas pues la llamada distrae la atención del conductor y propicia accidentes y muchas veces ¡terribles!
